En este trabajo se narran las vicisitudes de la que pudo ser la primera estatua de la ciudad, la del torero "Lagartijo", y que nunca llegó a erigirse; la destrucción revolucionaria de la primera que hubo; se habla de cómo las castas caciquiles se repartieron las cuotas estatuarias equitativamente: a un politico, a un militar, a un obispo y a un escritor; de los aparadores de posguerra y de la invasión de los bultos redondos de Ruiz Olmos, hasta llegar a la época del "rancionalismo" en la que nos encontramos.