Ya lo dijo Hans Christian Andersen: «La vida en sí es el más maravilloso cuento de hadas». Los cuentos a los más pequeños nacieron para, a través de personajes idealizados, transmitir valores sociales. Entretienen, enseñan, cultivan y educan. Los cuentos evocan sueños y la imaginación mueve mundos. Que se lo digan si no a la escritora Antonia María Chico Lobato y a su libro «La niña que sueña con las montañas y otros cuentos», tres historias breves que comparten sus recuerdos familiares de infancia, una época donde la vida era más sencilla, aunque menos fácil.
En el primer cuento, su protagonista, Pedrito, simboliza la voz de los pequeños de la casa al tomar conciencia de la realidad económica del mundo adulto. En el segundo, el Hada proyecta las ganas de creer, de no crecer, de conservar esa pizca de inocencia siempre, hasta cualquier final. Y el tercer relato es un canto a todo esos detalles emocionales que no han hecho, nos hacen y nos harán avanzar sin denuedo.