La sociedad de la vigilancia produce sus criminales. Ejercida otrora en ámbitos cerrados o bajo el régimen
de poderes totalitarios, la vigilancia se extiende en nuestro siglo a muchas de las expresiones cotidianas de lo humano:
controles de velocidad, de alcoholemia, pasaportes biométricos, registros de audio y vídeo en lugares públicos («para
su seguridad», se nos dice), conexión de ficheros interdepartamentales o métodos evaluativos de la productividad, la
motivación o el riesgo de enfermedad. El modelo de civilización cambia y el derecho a la seguridad hace pasar a lo
social la defensa paranoica y la sospecha hacia el prójimo. En la sociedad de la vigilancia todos somos criminales en
potencia. Nos encontramos ante la extensión del sistema de control penitenciario al control generalizado de lo humano,
de todo lo que hace impredecible el vínculo social. El modelo de civilización al que nos exponemos sigue la pendiente
de un panóptico generalizado para el que el desarrollo de las tecnologías en red ofrece un campo abonado. ¿Existe hoy
algún país de Europa que pueda declararse excepción a esta sociedad del control y la vigilancia? Cuando se generaliza
la sospecha, ¿cómo localizar realmente al criminal? El crimen revela algo propio de lo humano. De ahí la fascinación de
las masas por los serial killers. La actualidad de los casos estudiados en este volumen abre de nuevo las implicaciones
entre crimen y pasaje al acto psicótico o perverso: el caso Outreau, las Hemanas Papin, los casos Mosley y Fritzl,
Fourniret, Wagner, Mishima, Bertrand o Schaefer y Bundy. La importancia de este libro reside en el interés de los
textos de psicoanalistas y profesionales del campo de la jurisprudencia que se orientan hoy con el psicoanálisis
lacaniano y que hacen de esta compilación la primera en nuestro país que sigue las incursiones del psicoanálisis en la
criminología.