Si alguien decidiera crear una lista de crテュmenes idiotas, un secuestro exprテゥs en una isla solo figurarテュa despuテゥs de un atraco a una comisarテュa o a un banco de semen, de ahテュ que constituya sin duda la fechorテュa mテ。s absurda del mundo. Y eso es precisamente lo que deciden llevar a cabo Lola, el Marquテゥs, el Flipao y el Salvaje en un plan infalible que ademテ。s es muy sencillo de ejecutar, al menos sobre el papel.
Pero Gran Canaria es una isla rodeada de agua por todas partes menos por una, que se llama Isidro Padrテウn, un hampテウn disfrazado de empresario que a su vez despacha con un ruso que no tiene nombre, y si lo tiene nadie lo dice, por lo que pueda pasar. Desbaratar el plan de cuatro malhechores de pacotilla entra dentro de lo factible. Para テゥl es cosa fテ。cil, aunque tambiテゥn en teorテュa.
Lo que todos ignoran es que en apenas veinticuatro horas ninguno de ellos serテ。 como es ahora porque habrテ。n abierto la puerta del infierno.
Mテゥzclese este meollo con ron canario, agテュtese bien y el lector tendrテ。 como resultado un bebedizo torrencial, explosivo y tronchante de efectos balsテ。micos. Y es que si hay novelas que curan, Las flores no sangran es una de ellas. El genio de Alexis Ravelo convierte la novela negra en algo maravillosamente abetunado o negruzco, menos oscuro y mテ。s humano, con esperanza de sol y lamparones de sangre, pテウlvora y mojo, de vida al fin: ese charco que nadie sabe pisar sin salir manchado.