´El amor es bueno si tiene medida -dice el Coro de Medea- de lo contrario se vuelve terrible´, se vuelve pasión... y en ese pathos arden, convirtiéndose en cenizas las marcas que un padre posee, sin saberlo, para donar a sus hijos... Y en la artesanía de ver su propia historia como si fuera ceniza en la memoriaö, se diluye, se confunde con la realidad de un legado de silencios y secretos que a golpes de martillo ficcionan huellas de la función paterna, cuyas sombras caen sobre la descendencia irremisiblemente; dejándola al margen del amor y del recuerdo, cuya herencia es olvidar para repetir...