En los bolsillos de Lola cabe casi todo: desde un ratón a un trozo de queso o un elefante. Una sorpresa en cada página está esperando al lector en una loca sucesión de escenas que derrochan humor e imaginación. Una vez más, el ilustrador inglés recrea una infancia sin prohibiciones ni reglas, que parece reclamar el derecho de los niños a jugar y a disfrutar plenamente.