En la psiquiatría clínica, el término desorganizado etiqueta a pacientes cuyo pensamiento es anárquico, desperdigado, fragmentado. Su uso acarrea un estigma: este sujeto es incapaz de ser coherente. Pero Jamieson Webster se pregunta: ¿a qué ideal de organización se refieren realmente esos clínicos? ¿Quién es el juez capaz de dictar lo que se considera coherente? En esta colección de artículos, la desorganización pretende deconstruir una ilusión sobre la organización. En el centro de este caos se encuentra el sexo, agente desorganizador por excelencia. Ante la demanda cotidiana de poner nuestros cuerpos e ideas en un orden determinado, de racionalizar nuestra vida sexual, el psicoanálisis nos dice, sin rodeos, que nada podría ser más imposible, nada más contraproducente para la sexualidad humana.
Con una prosa atrevida y fluida, Webster acude al psicoanálisis para invitarnos a considerar la contradicción y el desorden como facultades naturales e inherentes a lo sexual.