Bram Stoker, quien dio vida a un mito que aún hoy pervive, destacó como novelista por su construcción gradual del horror, el empleo de un lenguaje evocador, sus sombrías descripciones y su profundo simbolismo.
Publicada en 1897, Drácula define la demoníaca figura del moderno vampiro como un ser complejo, seductor y manipulador. Haciendo uso de una innovadora estructura narrativa y concebida como la gran obra maestra del horror gótico, se sitúa entre Transilvania y Londres para trazar a través de diarios, cartas, telegramas o recortes de periódico el mal que acecha a Jonathan Harker, a su prometida Mina Murray y a Lucy Westenra, amiga de esta. Su innegable impacto en la cultura popular, no obstante, no ha eclipsado los abismos a los que Stoker se asoma en la novela, al explorar en profundidad aspectos como la fragilidad de la mente humana, la utilidad de la superstición, el miedo a lo extranjero o el cuestionamiento de lo moral.