Ideal y hermenéutico definen dos modos diferentes de comprender la filosofía a partir del mismo descubrimiento: la reflexión y el lenguaje resultan indisociables del ser que se quiere investigar. Desde esta perspectiva, ambas filosofías se vuelven impracticables e inconclusas, y obligan a reiterar la pregunta filosófica, quizá en estos términos: cómo elaborar un discurso posible sobre una cuestión imposible -el ser-, cuando esta ya no es un contenido determinado y separable, sino la propia relación que guarda con la reflexión y el discurso.
Este libro reconoce dicha relación como paso o tránsito: del sujeto al predicado, de la conciencia a su objeto (o de este a aquella) y, finalmente, de lo antiguo a lo moderno (y viceversa). Cómo entender ese paso es lo que distingue el idealismo de la hermenéutica: si para el primero resulta posible de todos modos reconstruir especulativamente ese tránsito y, en consecuencia, ganar un conocimiento absoluto, para la hermenéutica resulta imposible, de manera que la filosofía se limita al acto de interpretar.
Algunas contribuciones de este libro se refieren a filósofos -Aristóteles, Kant, Schelling, Platón, Hegel, Hölderlin o Heidegger-, pero no pretenden presentar sus doctrinas; solo vislumbrar por medio de ellas cómo se configuró la filosofía desde las dos determinaciones filosóficas: el idealismo y la hermenéutica. En otras, se sugiere una cierta concepción de la historia de la filosofía, sin que tampoco se pretenda afirmar una teoría sobre la misma. Pero sí señalar que dicha historia no responde a épocas preestablecidas, porque no se trata de algo cronológico, sino de una posibilidad de lectura que se encuentra ahí precisamente como lo único a lo que quizá podamos seguir llamando filosofía.