Miguel Ángel, siendo aprendiz en el taller de Ghirlandaio, frecuentó los jardines del convento de San Marco, en Florencia. Era el paraíso de los artistas que tenían a Lorenzo de Médici por protector. Allí conocerá a Marsilio Ficino, modelo del hombre del Renacimiento, poeta, sacerdote y traductor al latín de numerosos textos herméticos. Uno de aquellos textos contiene una revelación extremadamente peligrosa para los defensores de cualquier religión. Un documento que llenará de angustia al sabio y, tiempo después, a Miguel Ángel, miembro de la hermandad mística de los Espirituales perseguida por la Inquisición y custodio del texto hermético.