Los elogios que se le han prodigado a esta obra no son cortesías vacías. Admirado por autores como Doris Lessing o Salman Rushdie, Joseph Mitchell fue y sigue siendo el mejor cronista de Nueva York: supo describir como nadie las destartaladas pensiones del puerto, los bares de mala muerte y los restaurantes abiertos toda la noche; retratar a los «bohemios, visionarios, obsesos, impostores, fanáticos, crápulas, derrotados, reinas o reyes gitanos y fenómenos de circo»; penetrar en los rincones más ocultos de la ciudad y en las almas de quienes los habitaban. Su inagotable curiosidad, su extraordinaria empatía y su negrísimo humor sostienen estos reportajes y relatos, escritos con oficio impecable y prosa inigualable.
Por estas páginas desfilan, entre muchos otros, una niña prodigio del piano y una estrella del calipso, una mujer barbuda y un predicador fanático, dos cavernícolas de Central Park y los confundidos parroquianos de un bar que de pronto se ha vuelto elegante. A través de todos ellos, Mitchell despliega una mirada singular sobre lo humano: empática y risueña, pero también incisiva y valiente. Más que la visión de un mundo desaparecido, «La fabulosa taberna de McSorley» y otras historias de Nueva York es un testimonio vibrante de aquello que solemos ocultar y que, en realidad, nos define.