La división provincial se halla omnipresente en la historia de España desde 1833 y explica la realidad territorial en todos los órdenes. Sin embargo, se suelen olvidar tanto las raíces remotas del mapa provincial como su accidentada génesis y discusión durante la primera mitad del siglo XIX. Sólo en los últimos años se ha aclarado la estrecha vinculación existente entre la demarcación provincial del decreto de Javier de Burgos, secretario de Estado de Fomento bajo el ministerio de Cea Bermúdez, y la de 1822, única que fue aprobada en Cortes tras un largo y apasionado debate parlamentario. La reorganización territorial de la España que abandonó el Antiguo Régimen estuvo marcada por los vaivenes políticos, de modo que en la historia de su invención se entremezclan ilustrados, afrancesados, absolutistas y liberales de todo signo. Han pasado casi 200 años y quizás sea hora de replantearse si la actual división, que parece haberse petrificado, sigue siendo útil o es necesario plantear hipótesis de cambio. Esta obra aporta los elementos necesarios para que el lector pueda discernir, en el caso de cada provincia, si nos hallamos ante una demarcación con honda raigambre histórica, si su configuración fue objeto de una cierta invención, si se trata de algo concebido en el laboratorio de las ideas pero con perspicacia y buen criterio, o bien si la creación de esa determinada provincia resulta una auténtica ficción o engaño.