Cuando el eminente naturalista Antonio Pigafetta, superviviente y cronista de la primera vuelta al mundo con Magallanes y Elcano, desembarcó en Borneo en 1521, quedó desconcertado ante un fenómeno inexplicable: observó lo que parecían hojas caídas que, misteriosamente, comenzaban a moverse. Las recogió, las guardó en una caja y las estudió durante días. Estas «hojas móviles» no sangraban al cortarlas y parecían alimentarse únicamente de aire. Sin poder categorizarlas como plantas o animales, documentó el hallazgo sin conclusión definitiva. Lo que Pigafetta había descubierto, sin saberlo, eran insectos hoja, maestros del disfraz que tres siglos después seguirían confundiendo a naturalistas como Richard Bradley, quien en 1759 aún creía erróneamente que estos insectos se pegaban hojas al cuerpo para alejarse caminando cuando las plantas perdían su follaje. Durante millones de años, el mimetismo ha sido la estrategia definitiva de supervivencia: un juego de percepciones donde plantas, insectos, vertebrados e incluso hongos manipulan a sus presas, depredadores o polinizadores con precisión asombrosa. Este libro