Cuando en 1923 llegó al Gobierno el general Miguel Primo de Rivera la
campaña de Marruecos había alcanzado tintes dramáticos. Y así fue hasta
su conclusión, el 10 de julio de 1927, con la victoria total de las tropas
españolas sobre las cabilas insumisas lideradas por Abd el Krim. España
cumplió la palabra empeñada ante las naciones europeas en la Conferencia
de Algeciras de 1906.
Pero el Ejército español se había dejado en el campo de batalla más de
veinte mil muertos hasta lograr la pacificación del territorio, a cuya
población, envuelta en la pobreza y la miseria, llevó los últimos avances
de la civilización. Legionarios y regulares, en perfecta comunión con los
batallones llegados de la Península, cubrieron etapas de gloria hasta la
finalización de la guerra.