Carlos sufre. Tiene que llevar una ortodoncia y no puede superar la vergüenza de que lo vean en público con sus hierros. Mario, su hermano adolescente, padece una enfermedad degenerativa. Carlos y sus amigos se mueven en un silencio alcoholizado, anestesiado. Hay gordas y gordas. Mariana es estudiante de informática (aficionada) y boxeadora (profesional) en la categoría superpesados: más de cien kilos de carne encantadora. Mariana es sentimental, divertida y buena. Una novela inesperada, muy divertida, amarga y dulce, novela violenta, amable y salvaje, novela de sabiduría, novela tristísima, novela de huevos fritos que te pringan los dedos, novela de tetas de silicona, de oloroso pan, novela hondamente humana, novela cobarde, novela hermosa, novela de amor, enfermedad y muerte.
Carlos Herrero nació en Madrid en 1975. Ésta es su segunda obra tras Prosperidad (Barataria 2007) que fue bien acogida pero que no le ha permitido dejar la larga lista de trabajos mal pagados. Repartidor de periódicos, dependiente de cibercafé, chico de la limpieza, teleoperador, almacenero de IKEA y actualmente profesor de gimnasia en el Club Gimnástico de Coslada, un municipio de la periferia de Madrid. Vive con su hermana y su sobrino en el barrio madrileño que da título a su primera novela. Sueña con recuperar totalmente la salud, convivir con su novia e ir tirando de la literatura.
Un hallazgo compartido al tiempo por el lector y el personaje: cuando parece no existir ninguna posibilidad para un muchacho abandonado al alcohol en grupo, un tipo desprotegido en medio de una sociedad descompuesta, un estudiante que no espera nada de sus estudios, un cruel amante difícil de contentar, cuando parece que no hay remedio para él ni para quienes lo rodean (todos nosotros), se confirma la apariencia: no hay salida; «más o menos todas las vidas acaban en derrota», escribe el protagonista y quizá autor.
Peio H. Riaño
Uno de los debuts más sinceros, patéticos (en el buen sentido de la palabra), desgarradores y puros que se han escrito en la península.
Kiko Amat