Sin lugar a duda, el movimiento es uno de los factores que definen y determinan la evolución de la condición humana. Tal cualidad no solo permite cubrir las necesidades básicas para la supervivencia (alimentación, refugio, reproducción, ocio, defensa), sino que potencia el desarrollo de las capacidades intelectuales y emocionales de la especie humana. Estos dos aspectos (intelecto y emoción), hacen más que justificable el estudio del movimiento humano. En ese sentido, la aplicación potencial, como lo explican Schmidt y Lee (1999), de dicho estudio se extiende a áreas como el deporte, la terapia física, la industria, el arte y aun el mismo lenguaje. El hecho de desempeñar distintas tareas en las mencionadas áreas, implica un reto complejo para el cuerpo humano. Sin embargo, el ser humano es capaz de controlar y aprender una amplia gama, en volumen y complejidad, de movimientos. Todo ello a pesar de las características particulares del sistema neuromuscular, como son: la redundancia de las activaciones musculares, la no linealidad de la generación de fuerzas, y la muy escasa reproductibilidad de las acc