Es un negocio tan limpio y sencillo que es increíble que no se le haya ocurrido a nadie antes. Bruno,
	Raquel y Cristian se apostan alrededor de las casas de citas donde las parejas acuden de día y de noche. Apuntan las
	matrículas de los coches y después llaman y ponen precio a su silencio. El juego ha empezado, pero es posible que esta
	vez se hayan equivocado de víctima.