«Escucho a las gaviotas en mi terraza, pero cuando abro la ventana no logro verlas. Cualquiera que conozca la ubicación de mi casa pensaría que me he vuelto loca. Sí, tal vez me he vuelto loca, pero es que no veo la línea. Debería haber una división meridianamente clara entre la locura y la cordura. La razón de que no la haya quizá sea que la locura es otro concepto más de ese lenguaje necesario para entendernos, pero que se queda pequeño a la hora de contener la realidad. Al fin y al cabo, como dijo Nietzsche, el lenguaje no es más que un grupo de metáforas convenidas. Mi demencia no es peligrosa, se trata de una locura entre comillas. La mayoría la sufrimos un poco. Consiste en percibir el mundo de forma única y diferente a los demás. Seguramente todos necesitamos unas bases inamovibles. Es más fácil no tener que cuestionarse nada y contar con instrucciones precisas para cada situación. Como un soldado en una guerra: permanecer aquí y disparar hacia allí. Sin preguntar, sin pensar, sin sentir. A veces añoro una existencia en la que solo tenga que dejarme llevar. Ser un zombi rodeado de otros zombis. Esto